El dilema
que expongo está extraído de HOUSE M. D., Temporada 8
– Capítulo 3 (min 13:30-14:19).
El capítulo versa sobre si la “extrema”
solidaridad de un hombre es innata y libre o solamente es síntoma de una
enfermedad. Entre tanto, House, recién salido de la cárcel, necesita
financiación para su departamento de diagnóstico y decide poner a prueba al
paciente pidiéndole fondos. El paciente accede muy fácilmente a donarle el
capital si el Doctor logra curarlo. A continuación House tiene la siguiente
conversación con Wilson, su confidente.
H:
Es una hipótesis. Una ninfómana me dice que me la chupa, ¿debo rechazarla?
…(silencio). No respondas aún. Si digo “no”, sufriremos los dos. Si digo “sí”,
nos gustará a los dos.
W:
No puedes aceptar sexo de una ninfómana. No puedes dar vino a un alcohólico, ni
aceptar dinero de ese menda.
H:
Podría equivocarme con el síntoma… Me equivoco mucho…
W:
Aceptar dinero de un enfermo es éticamente sospechoso como poco.
H:
¿Somos una ONG? Lo que hacemos es aceptar dinero de los enfermitos.
W:
Trabajamos para eso.
H:
¡Estoy trabajando!
W:
…¿Cuánta pasta?
H: Veinte dólares…(silencio) ¿Y si fuera eso? Es el mismo principio. Veinte dólares, un millón… ¿Qué
diferencia hay?
W:
Hombre, la diferencia es casi… pues un millón de dólares.
H:
La cifra la puso él, no yo.
En mi opinión, esta “extrema solidaridad”, y
teniendo en cuenta que no existía previamente, podría tratarse de un Cambio de Personalidad debido a Enfermedad
Médica, según indica el DMS-IV (págs. 176 y 177), es decir, “…Una alteración duradera de la personalidad
que se considera un efecto fisiológico directo de la enfermedad médica. La
alteración de la personalidad representa un cambio del patrón previo de
personalidad del sujeto…” Además, si consideramos el Criterio E “…la alteración también puede causar un
malestar clínicamente significativo o un deterioro laboral o social, o en otras
áreas importantes de la actividad del sujeto…” (la cónyuge del paciente y
sus hijos lo abandonan por el problema que presenta antes de que éste ingrese
en el hospital), y finalmente encuadrado dentro de los subtipos en el tipo no especificado, pues no todos los
días una “excesiva solidaridad” se tacha de trastorno mental.
Por otro lado, la ninfomanía también es incluida
en el DMS-IV (pág. 505) dentro de la clasificación de Trastornos Sexuales y de la Identidad Sexual como una Disfunción Sexual que “…se caracteriza por una alteración del
deseo sexual, por cambios psicofisiológicos en el ciclo de la respuesta sexual
y por la provocación de malestar y problemas interpersonales…”.
El dilema que se plantea es si House debe aceptar
el “donativo de un millón de dólares” del enfermo sabiendo que será producto de
una enfermedad. Está claro que no sería ético aceptar el “donativo”, al igual
que recibir favores sexuales de una ninfómana, pues ambas situaciones son fruto
de un trastorno mental reconocido por el DMS-IV.
Pero no es poca la controversia que suscita el
National Institute of Mental Health - NIMH (Instituto Nacional de Salud Mental)
de EE.UU. cuando anuncia una polémica noticia: “dejará de hacer uso de la clasificación del Manual Diagnóstico y
Estadístico de los Trastornos Mentales (Diagnostic and Statistical Manual of
Mental Disorders - DMS)” ¿Qué argüiremos para clasificar algún problema
como enfermedad o trastorno mental si no podemos usar esas referencias?
Hasta que se resuelva la cuestión, y mientras
tanto, no podemos dejar de acudir al sentido común, a la ética y la moral que a
cada persona le haya sido inculcada. Aunque no hiciésemos uso de las
referencias anteriormente citadas, mi posición, inevitablemente, sería la de no
aceptar el “donativo”, pues sin ser muy ducho en trastornos mentales es obvio
que no se trata de un acto de cordura sino de locura. La razón de ofrecer un
donativo de un millón de dólares u ofrecer favores sexuales por una ninfómana
no son actos libres, dado que ninguna de las decisiones tomadas por el
individuo pueden responder a un real y efectivo gobierno de su mente y, por
tanto, de su libertad.
Ahora doy un paso más. ¿Y si la solidaridad de esa
persona no fuese debida a una enfermedad médica? ¿Qué hay de inofensivo en
aceptar un donativo de veinte euros? ¿O qué hay de perverso en aceptar uno de
un millón? ¿Quiénes somos para juzgar el valor que debe tener la caridad de
cada persona? Comúnmente responderían que un donativo de veinte euros de una
persona con un sueldo medio de mil euros sería aceptable. O que el donativo de
un millón de euros de una persona que amasa una fortuna incalculable también
sería aceptable. Pero ¿y si fuese al contrario? ¿Sería criticado ese rico por
donar sólo veinte euros o tachado de “pobre loco” aquel dona el millón de euros
que le toca en la primitiva? Seguro que sí, aunque no sabría responder por qué.
Sin embargo, si los favores sexuales no son ofrecidos por una persona enferma, sino que quien los ofrece es un persona que, simplemente, está enamorada de otra, ¿deberíamos considerar el enamoramiento como un trastorno mental transitorio? De hecho lo es, dado que perturba la mente y nos impide pensar con claridad y decidir con libertad. En este caso la respuesta aceptable dependerá de si el sentimiento hacia la persona es mutuo o no.
Sin embargo, si los favores sexuales no son ofrecidos por una persona enferma, sino que quien los ofrece es un persona que, simplemente, está enamorada de otra, ¿deberíamos considerar el enamoramiento como un trastorno mental transitorio? De hecho lo es, dado que perturba la mente y nos impide pensar con claridad y decidir con libertad. En este caso la respuesta aceptable dependerá de si el sentimiento hacia la persona es mutuo o no.
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