"Hay tantas realidades como puntos de vista. El punto de vista crea el panorama". José Ortega y Gasset

lunes, 13 de mayo de 2013

Dilema moral


El dilema que expongo está extraído de HOUSE M. D., Temporada 8 – Capítulo 3 (min 13:30-14:19).

El capítulo versa sobre si la “extrema” solidaridad de un hombre es innata y libre o solamente es síntoma de una enfermedad. Entre tanto, House, recién salido de la cárcel, necesita financiación para su departamento de diagnóstico y decide poner a prueba al paciente pidiéndole fondos. El paciente accede muy fácilmente a donarle el capital si el Doctor logra curarlo. A continuación House tiene la siguiente conversación con Wilson, su confidente.

H: Es una hipótesis. Una ninfómana me dice que me la chupa, ¿debo rechazarla? …(silencio). No respondas aún. Si digo “no”, sufriremos los dos. Si digo “sí”, nos gustará a los dos.
W: No puedes aceptar sexo de una ninfómana. No puedes dar vino a un alcohólico, ni aceptar dinero de ese menda.
H: Podría equivocarme con el síntoma… Me equivoco mucho…
W: Aceptar dinero de un enfermo es éticamente sospechoso como poco.
H: ¿Somos una ONG? Lo que hacemos es aceptar dinero de los enfermitos.
W: Trabajamos para eso.
H: ¡Estoy trabajando!
W: …¿Cuánta pasta?
H: Veinte dólares…(silencio) ¿Y si fuera eso? Es el mismo principio. Veinte dólares, un millón… ¿Qué diferencia hay?
W: Hombre, la diferencia es casi… pues un millón de dólares.
H: La cifra la puso él, no yo.


En mi opinión, esta “extrema solidaridad”, y teniendo en cuenta que no existía previamente, podría tratarse de un Cambio de Personalidad debido a Enfermedad Médica, según indica el DMS-IV (págs. 176 y 177), es decir, “…Una alteración duradera de la personalidad que se considera un efecto fisiológico directo de la enfermedad médica. La alteración de la personalidad representa un cambio del patrón previo de personalidad del sujeto…” Además, si consideramos el Criterio E “…la alteración también puede causar un malestar clínicamente significativo o un deterioro laboral o social, o en otras áreas importantes de la actividad del sujeto…” (la cónyuge del paciente y sus hijos lo abandonan por el problema que presenta antes de que éste ingrese en el hospital), y finalmente encuadrado dentro de los subtipos en el tipo no especificado, pues no todos los días una “excesiva solidaridad” se tacha de trastorno mental.

Por otro lado, la ninfomanía también es incluida en el DMS-IV (pág. 505) dentro de la clasificación de Trastornos Sexuales y de la Identidad Sexual como una Disfunción Sexual que “…se caracteriza por una alteración del deseo sexual, por cambios psicofisiológicos en el ciclo de la respuesta sexual y por la provocación de malestar y problemas interpersonales…”.

El dilema que se plantea es si House debe aceptar el “donativo de un millón de dólares” del enfermo sabiendo que será producto de una enfermedad. Está claro que no sería ético aceptar el “donativo”, al igual que recibir favores sexuales de una ninfómana, pues ambas situaciones son fruto de un trastorno mental reconocido por el DMS-IV.

Pero no es poca la controversia que suscita el National Institute of Mental Health - NIMH (Instituto Nacional de Salud Mental) de EE.UU. cuando anuncia una polémica noticia: “dejará de hacer uso de la clasificación del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders - DMS)” ¿Qué argüiremos para clasificar algún problema como enfermedad o trastorno mental si no podemos usar esas referencias?

Hasta que se resuelva la cuestión, y mientras tanto, no podemos dejar de acudir al sentido común, a la ética y la moral que a cada persona le haya sido inculcada. Aunque no hiciésemos uso de las referencias anteriormente citadas, mi posición, inevitablemente, sería la de no aceptar el “donativo”, pues sin ser muy ducho en trastornos mentales es obvio que no se trata de un acto de cordura sino de locura. La razón de ofrecer un donativo de un millón de dólares u ofrecer favores sexuales por una ninfómana no son actos libres, dado que ninguna de las decisiones tomadas por el individuo pueden responder a un real y efectivo gobierno de su mente y, por tanto, de su libertad.

Ahora doy un paso más. ¿Y si la solidaridad de esa persona no fuese debida a una enfermedad médica? ¿Qué hay de inofensivo en aceptar un donativo de veinte euros? ¿O qué hay de perverso en aceptar uno de un millón? ¿Quiénes somos para juzgar el valor que debe tener la caridad de cada persona? Comúnmente responderían que un donativo de veinte euros de una persona con un sueldo medio de mil euros sería aceptable. O que el donativo de un millón de euros de una persona que amasa una fortuna incalculable también sería aceptable. Pero ¿y si fuese al contrario? ¿Sería criticado ese rico por donar sólo veinte euros o tachado de “pobre loco” aquel dona el millón de euros que le toca en la primitiva? Seguro que sí, aunque no sabría responder por qué.

Sin embargo, si los favores sexuales no son ofrecidos por una persona enferma, sino que quien los ofrece es un persona que, simplemente, está enamorada de otra, ¿deberíamos considerar el enamoramiento como un trastorno mental transitorio? De hecho lo es, dado que perturba la mente y nos impide pensar con claridad y decidir con libertad. En este caso la respuesta aceptable dependerá de si el sentimiento hacia la persona es mutuo o no.

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