¿Medios de comunicación como catalizadores de la violencia?

Hipótesis

Partiría de una primera hipótesis a caballo con la segunda que se propone.

Si bien es cierto que los medios de comunicación pueden ser extraordinariamente causa de los actos de algunas personas, me inclino más a pensar que se trata de un nexo entre la sociedad y la sociedad. Es decir, puesto que son ellos quienes informan, nos hacen creer bajo un estandarte de credibilidad que aquello que cuentan es real, cierto, objetivo y verdadero y que, siendo así, toda la sociedad lo acepta. Por supuesto, me estoy refiriendo a medios de comunicación informativos. Más adelante me detendré con profundidad en el resto de medios de comunicación.

“A caballo con la segunda” dije. Está claro, que cualquier medio de comunicación, sea informativo o no, es Padre del refuerzo de tendencias preexistentes de cada individuo. Cuanto más personal se haga la noticia, más mediática se hará, más importancia se le da a ésta, al autor y a la víctima. Supongo que nadie quiere ser protagonista de algo por ser víctima del hecho (o no), pero sí damos motivos de esta forma al individuo perverso, desequilibrado o cruel para efectuar su hazaña, para perpetrar su crimen. Damos motivos a esta serie de personas para lograr lo que se conoce como “su minuto de gloria”, saliendo en todos los canales de televisión, prensa. Etcétera. Famoso por un día (o dos o tres) dependiendo de los beneficios que aporten a los medios vender esa noticia. Este dato podría servir como hipótesis alternativa: “Cuanto más macabro sea el crimen, más vende la noticia; es decir, más importancia se le da al autor y, por tanto, más fama obtiene como recompensa o refuerzo positivo de su mala conducta.” De ahí que otras personas, igual de desequilibradas, imiten este comportamiento.

 Medios de comunicación

Hoy día la información es más valiosa si cabe que el dinero. Quien maneje información, tendrá poder. Efectivamente, los medios de comunicación manejan gran cantidad de este bien y sobre todo tienen el poder de difundirlo a su antojo. Sea el medio que sea, radio, prensa o televisión, privado o no, está jerarquizado y dirigido por ciertos individuos, que como todo el mundo, persiguen sus intereses: votos, dinero, ideologías, infundir miedo o simplemente distraer nuestra atención mientras se nos escapa la liebre. La información nos llega pelada, troceada y triturada para que podamos tragar mejor, más rápido y mayor cantidad.

Me atrevo a afirmar que la violencia de género, por ejemplo, es un tema tratado cuidadosamente y con respeto en los medios de comunicación. Muestra, en todo caso, una imagen aberrante de este tipo de actos en su nivel final. Quizá no es tanto así cuando hablamos de violencia de género a un nivel inferior en los medios de comunicación no informativos como son: series de televisión, cine o internet. En ocasiones ofrecen la personalidad extinguida de un personaje típico de épocas pasadas que de existir en la realidad sería motivo, precisamente, de ese personaje de ficción (por ejemplo: Mad Men).

Aquí entra a escena la problemática que surge de los medios de comunicación. Deberíamos plantearnos enseñar a nuestros hijos a saber discriminar la información. Qué tiene crédito y qué no lo tiene. Es “la pescadilla que se muerde la cola”: más información, menos educación; menos educación, más ignorancia; más ignorancia, menos discriminación; menos discriminación, más información; más información, menos… Normal que sean capaces de controlar nuestro pensamiento. Y si no lo consiguen lo distraen con fútbol, prensa rosa o televisión basura. Cualquier cosa vale para anular la mente del débil.

Sin educación un niño no sabe distinguir los ladrillos con los que construirá su identidad. ¿Es hormigón o es escayola? Creo que una construcción adecuada y correcta de nuestra identidad puede ayudarnos a discernir con seguridad cuales son los modelos a seguir y cuáles no. En mi opinión, identificarse con algún personaje de ficción, práctica habitual entre los más jóvenes, implica adoptar conductas de éste discriminando las que son buenas de las que son malas o simplemente escogiendo aquellas que vayan más acorde a nuestra identidad (o la identidad que queremos tener), en definitiva, aquellos rasgos de la personalidad que queremos enseñar a nuestro grupo social y, en consecuencia, como queremos que nos vea el resto de la sociedad. Por el contrario, si no hiciésemos discriminación de conductas estaríamos hablando de imitación. Siempre que el “personaje” a imitar sea mínimamente bueno, no hay ningún problema. El problema llega cuando el relato, serie o película venera, admira y mitifica un personaje y su mala conducta con la que consigue éxito, chicas o dinero (por ejemplo: Homer Simpson o House). Cosa que viene haciéndose desde el nacimiento de la ficción, pues utilizamos ésta para vivir y realizar de un modo transitorio aquellas experiencias que no lograríamos en un mundo real (o directamente aquellas que no debemos llevar a cabo).

El “efecto disparador” (triggering), es decir, el efecto que se produce cuando la violencia en televisión “dispara” actos violentos en la gente mal ajustada o mentalmente inestables, creo que es el menor de los problemas. Que no quiere decir que no sea un problema y que sean casos aislados, por supuesto. Podría compararlo con un avión y un coche: cuando un avión se estrella la cifra de fallecidos es muy alta y esto escandaliza más que los otros tantos accidentes de tráfico que ocurren por cada accidente de avión. Sin embargo, el medio de transporte más seguro sigue siendo el avión. Este “efecto” es similar. Escandaliza y es cierto que la difusión de noticias de este tipo sí que pueden dar lugar a la imitación, sobre todo tratándose de jóvenes, pero no es el problema más urgente que solucionar.

Conclusión

Inevitablemente los medios de comunicación seguirán vendiendo crímenes a la sociedad mientras ésta no corrija su ansia de información morbosa y sensacionalista. Reitero, por tanto, que el problema no son los medios de comunicación, sino la educación que ofrecemos a los jóvenes. Un cuchillo bien afilado podrá servir como herramienta de trabajo dentro de una cocina o como arma homicida dependiendo de las manos que lo empuñen.

Dado que debemos ser enseñados desde pequeños que hay conductas buenas con las que tenemos que guiar nuestras capacidades y otras malas que hemos de rechazar, hago referencia, por último, a una de las columnas de Arturo Pérez-Reverte en Patente de Corso- “Aquel malvado y digno Drácula” donde alude a la necesidad de “buenos y malos” en los cuentos infantiles:

“Todo cristo, incluso los malos tradicionales de toda la vida, es ahora bueno y simpático: vampiros, ogros, marcianos, magos, asesinos, bandoleros y demás, son de un entrañable que revuelve las tripas. Hasta las brujas malas (…) Dirá alguno de ustedes que qué pasa. Por qué ha de ser negativo que los malos sean buenos. Y a eso responde el simple sentido común: transformar en figuras adorables a todos los personajes que tradicional y universalmente han venido siendo claves para encarnar el mal en la imaginación de los hombres, en las fábulas, relatos y ejemplos con los que nutrimos el imaginario de niños y jóvenes, es escamotear referencias útiles, símbolos necesarios para identificar el mundo que los aguarda, y para sobrevivir en él. Un niño, sobre todo, necesita saber claramente que existen el bien y el mal, e incluso que la misma Naturaleza tiene sus propias maldades objetivas, intrínsecas.”

Es necesaria la presencia de "el mal" en los medios de comunicación, pero sería irresponsable adular esa ficción si no enseñamos a digerirla adecuadamente.